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Retrato de Hieronymus Bosch. c. 1572. Grabado en Cobre de Dominicus Lampsonius |
¿Que ve, Jerónimo, tu ojo atónito?
¿Qué la palidez de tu rostro?
¿Ves ante tí a los monstruos y fantasmas del infierno?
Diríase que pasaste los lindes y entraste en las moradas
del Tártaro, pues tan bien pintó tu mano cuanto existe
en lo más profundo del averno.
Hieronymus van Acken o Bosch, también conocido como "El Bosco", nació en Holanda, en la ciudad de Hertogenbosch, de donde toma su nombre, alrededor de 1450, y aunque pasó la mayor parte de su vida en este entorno provincial, su fama como pintor de obras religiosas inquietantes y obsesivamente detalladas se extendió por todo el mundo tardomedieval.
Sus pinturas están llenas de imágenes apocalípticas, fuegos infernales y escenas de condenación, y parecen sugerir horrores indescifrables, que exceden las consideraciones escatologicas y hurgan en las profundidades del subconsciente.
Una de sus obras más conocidas es El Jardín de las Delicias, uno de los tres únicos trípticos de El Bosco que no fueron comisionados por la Iglesia Católica. Enrique III, conde de Nassau-Breda, es el patrón más probable de esta obra, sin embargo, también es posible que esta pieza fuera hecha en nombre de una secta herética: los Hermanos del Libre Espíritu. Para esta secta gnóstica, el misterio de la salvación radicaría no sólo en la oración y la contemplación, sino también en el cumplimiento de un nuevo culto Adamita, capaz de convertir la unión carnal entre hombre y mujer en la semilla germinadora de un segundo Paraíso.
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The Garden of Earthly Delights - Hyeronimus Bosch |
La esfera que cubre el exterior del tríptico es una imagen de la tierra en la mañana del Tercer Día.
Una extensión montañosa, cubierta de vegetación, donde las aguas se separan de las aguas, y donde cada árbol, de acuerdo con su tipo, produce sus frutos. Dios aparece en la parte superior izquierda de la escena, oculto en las sombras de la noche, contemplando su creación.
A diferencia de las obras más convencionales que ilustran el Génesis a través de escenas estáticas, el artista insiste en los procesos dinámicos por los que los fenómenos naturales se activan unos a otros. Si la tierra produce vegetación, la hierba produce semillas y los árboles producen frutas, es ante todo por el agua que nutre la tierra a través de su estado de cambio permanente entre líquido y gas, vinculando el mundo superior, cubierto de nubes, con el mundo inferior, sumergido en el agua.
Sin embargo, a través de este dinamismo El Bosco no esta sugiriendo la idea de ciclo y regeneración, sino que más bien separa claramente las dos etapas del proceso.
Entre el panel exterior izquierdo, en el que la niebla matutina brilla sobre los fértiles campos, y el panel derecho donde se acumulan oscuras nubes, el artista parece sugerir quien se esconde detrás de cada panel.
Sobre el panel izquierdo aparece la expresión "Ipse dixit et facta sunt" (Porque El dijo, y fué hecho) y sobre el derecho "Ipse mandavit et creata sunt" (Porque El mandó, y fueron creados), que a su vez aparecen en los Salmos 33:9 y 148:5.
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Cara exterior del Triptico representando en Tercer Dia de la Creacion |
En la parte posterior del panel izquierdo, el panel en el que el agua se encuentra con el cielo y el cielo se encuentra con la tierra, se muestra una representación del jardín del Edén en el que no es el Dios del Génesis quien presenta Eva a Adán, sino más bien el Cristo de los Evangelios el que reúne a esta primera e inocente pareja.
Quizá el artista se inspira en el pensamiento de Johannes Scotus Eriugena para quien el Jesucristo había unido dentro de sí lo que había sido dividido por la naturaleza humana, es decir los sexos, masculino y femenino. (Johannes Scotus Eriugena, "De divisione naturae").
Aquí El Bosco crea una escena poco convencional en la que la idea del Pecado Original es abandonada en favor de un pensamiento más optimista que podría formularse como sigue: Si Adán y Eva se aman el uno al otro, es ante todo porque ambos aman a Cristo que les reúne. Sólo esta meditación en Cristo une para siempre a los amantes.
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El Jardin de la Delicias - Detalle panel izquierdo |
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El Jardin de las Delicias - Detalle panel izquierdo |
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El Jardin de las Delicias - Detalle panel izquierdo |
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El Jardin de las Delicias - Detalle panel izquierdo |
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El Jardin de las Delicias - Detalle panel izquierdo |
En la parte posterior del panel derecho, aquel en el que se ilustra la tierra como una entidad separada del cielo, o más bien, donde el cielo parece a punto de caer sobre la tierra en medio de una violenta tormenta, el pintor ha creado una escena apocalíptica donde toda suerte de calamidades afligen al hombre y reina un caos absoluto.
Eva, que en el panel izquierdo baja la mirada con modestia ante la presencia de Adán, ahora se contempla en un espejo en compañía del Diablo y mostrando un sapo negro tatuado sobre su corazón.
La Fuente de la Vida que regaba el jardín del Edén se ha secado para convertirse en una especie de hombre-árbol con troncos muertos que surge de dos pequeñas embarcaciones que reposan sobre las aguas de un lago helado.
La armonía preestablecida del Paraíso ha sido sustituida por la disonancia de un mundo que se hunde bajo el peso de su propia demencia.
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El Jardin de las Delicias - Detalle panel derecho |
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El Jardin de las Delicias - Detalle panel derecho |
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El Jardin de las Delicias - Detalle panel derecho |
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El Jardin de las Delicias - Detalle panel derecho |
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El Jardin de las Delicias - Detalle panel derecho |
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El Jardin de las Delicias - Detalle panel derecho |
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El Jardin de las Delicias - Detalle panel derecho |
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El Jardin de las Delicias - Detalle panel derecho |
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El Jardin de las Delicias - Detalle panel derecho |
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El Jardin de las Delicias - Detalle panel derecho |
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El Jardin de las Delicias - Detalle panel derecho |
Pero ahora surge la cuestión acerca de qué mundo fue el que Jerónimo situó entre ambos extremos, entre el panel izquierdo, con su doble acepción, natural y espiritual, y su unión con la imagen contraria situada a la derecha: la tormentosa y apasionada vanidad del mundo, la ira de Dios.
Una cosa es cierta, parece que El Bosco quiso sugerir que este mundo existe en una franja divisoria, en un tiempo y lugar que aún desconocemos, pero que existe eternamente en la imaginación del hombre.
Inicialmente, lo más llamativo del panel central es la profusión de habitantes que se asemejan entre sí, ¿evidencia quizás de su linaje directo? ¿Podrían ser los hijos de Adán y Eva que pueblan el paraíso?
En cualquier caso, es aquí en la parte inferior izquierda del panel, donde un pequeño grupo de personas nos sugiere, con un gesto de la mano, el Jardín del Edén.
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
Una reflexión idílica de la famosa frase que aparece en la apologética Epístola a Diogneto “Aquellos que aman verdaderamente a Dios se vuelven un paraíso de delicias. Un árbol cargado de frutos, de vigorosa savia, crece en ellos y son ornados con los frutos más ricos”.
Esta pieza nos ofrece una imagen idealizada y positiva de sensualidad y pasión. Jugando juntos como si la vergüenza y la envidia ya no existieran, los hijos del paraíso parecen vivir para regocijarse en la propia existencia, sin caer en libertinaje y exceso.
Pero no nos confundamos: esta imagen idílica no es la representación de una edad de oro perdida, ni tampoco de una existencia inocente ignorante del pecado. Es más bien como el sueño de una humanidad que siendo consciente de la tentación, trata de no sucumbir a ella. Es por ello que el mal y el sufrimiento siguen existiendo en determinados momentos, pero siempre compensados por la generosa abundancia de la naturaleza y por los actos de caridad que el hombre dedica a su prójimo.
Triunfante sobre las tendencias del mal, se manifiesta la naturaleza bestial de jóvenes varones, que montando con destreza todo tipo de animales van cercando, como en una erótica danza, a una multitud de mujeres, desnudas y seductoras. Pero este arrebato de energía, casi bacanálico, no da lugar a la soporífera embriaguez de los participantes, sino que exalta la destreza de los jinetes así como la cósmica atracción que les empuja a girar y girar en círculo alrededor de aquello que aman.
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
El punto álgido y elemento divisorio en este panel, la Fuente de la Vida, que en el Jardín del Edén alojaba en el centro la imagen de la sabiduría, representada por la lechuza, ahora ofrece a los amantes un espacio sombreado para consumar su amor.
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
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El Jardin de las Delicias - Detalle Panel Central |
La figura primordial, aunque casi siempre medio oculta en toda la composición: la Eva original, representada en la parte inferior derecha de este panel, sostiene en su mano el fruto prohibido sin llevárselo a la boca. Sus hombros y brazos están cubiertos con piezas de oro, símbolo alquímico que sugiere metamorfosis, y sus ojos están levantados, contemplando toda la composición.
¿Podría ser la imagen de Sofía, virgen del amor divino, que, en palabras de Jacob Boehme, nos orienta hacia la puerta de la sagrada novia, que situada en el centro, crea la separación entre el Reino de los Cielos y el Infierno? Quizás.
Pero una cosa es cierta, esta obra de El Bosco ni es una representación del Paraíso perdido, ni como se considera tradicionalmente, una advertencia contra los placeres de la carne. Es más bien el sueño armonioso que lleva en su corazón a la divina novia de Cristo resucitado.
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